miércoles, 29 de febrero de 2012

Abya Yala

Para nosotros, habitantes urbanos de uno de los países con menos población indígena de toda América, la cuestión de los pueblos originarios ha adquirido creciente visibilidad en los años recientes, al calor de los intensos procesos políticos en Bolivia y Ecuador.

Sabido es que adentrarse en la cuestión indígena entraña, entre otros esfuerzos, el de aprehender y delimitar un zarzal de palabras, que han ido nombrando heterogenéas visiones y una tortuosa evolución simbólica. Aquello tan conocido de que si uno dice indio, indígena, o pueblo originario, siempre está diciendo cosas distintas.

Y entre esas resonantes palabras, la expresión "Abya Yala". Según leído por ahí, unos tales indios Kuna, de Panamá, usan esta expresión para referirse al continente en su conjunto, y progresivamente el movimiento indígena lo habría ido incorporando como contraidentificación de América, el rótulo del conquistador. Tampoco para esta expresión pude encontrar la genealogía.

Extractivismo

Abriéndonos a lecturas nuevas, encontramos numerosas palabras estimulantes, acuñadas al calor de los conflictos contemporáneos.

Como la palabra "extractivismo". Los viejos libros de texto distinguían las industrias extractivas de las manufactureras, la producción primaria extractiva de la renovable. Pero el extractivismo como concepto, parece a aludir a algo más: la exacción de recursos naturales como núcleo de la organización económica, determinante de la práctica política y límite de la construcción social. Por más que busqué un montón en el formidable Aleph que es internet, no pude hacer grandes avances sobre la genealogía del término "extractivismo", es como que de pronto, mucha gente empezó a utilizarlo.

martes, 21 de febrero de 2012

Argentina - Los medios masivos de (in) comunicación bastardean los temas ambientales

Ya se ha demostrado hace mucho que la verdad y aún la mera objetividad, son básicamente inaprehensibles.
También ha quedado sobradamente en evidencia que los medios masivos de comunicación, en tanto poderes fácticos relevantes en la sociedad contemporánea, no trepidan en engañar deliberadamente a sus lectores, oyentes ó espectadores, manipulando el enfoque de la información, ocultando hechos significativos y alterando sin escrúpulos los datos. Todo para privilegiar estrictamente sus concentrados intereses sectoriales y para intentar socavar las posiciones de quienes sean sus circunstaciales antagonistas.
No vamos a sumarnos aquí al esfuerzo de buscar ejemplos que desenmascaran estas prácticas, porque de esta tarea ya se ocupan activa y persistentemente los respectivos contrapoderes involucrados. Como es el caso del Gobierno Nacional argentino, obligado por las circunstancias a sostener cada día un esfuerzo de clarificación de las principales mentiras maliciosas que propagan a diario el multimedio Clarín y otros de menor envergadura pero similar despreocupación por la información de calidad.
Un ribete altamente preocupante de este dispositivo generador de falacias, es cuando el gran público queda inerme, falto de referencias, ante la batalla discursiva entre poderes concentrados.
Un caso dramático de estos días se da ante la problemática de la megaminería aurífera. La genuina preocupación de los pueblos por preservar su hábitat, incluyendo las fuentes de agua y los paisajes, resulta utilizada de manera oportunista por el grupo Clarín y otros medios hostiles al Gobierno, que se dedican a agitar toda clase de versiones tremendistas sobre el impacto de los proyectos mineros existentes.
El pueblo desconfía con justa razón del gran poder económico que impulsa los proyectos, la memoria histórica es contundente al alertar que de ese lado siempre vino el expolio.
Pero el repentino interés de los grandes monopolios de la prensa capitalista por la cuestión ambiental siembra un tendal de otros interrogantes. Es demasiado evidente que el principal interés de estos medios es simplemente atacar al Gobierno en uno de los pocos asuntos en que éste parece tener una postura diferente a la que más resuena como intuición colectiva.
Los militantes ambientalistas, además de su todavía débil desarrollo como movimiento social en la Argentina, no logran tampoco despejar desconfianzas de diversa índole sobre su propio accionar.
En este contexto, adquiere singular valor la postura pública de algunos artistas populares que han demostrado una larga trayectoria de coherencia conceptual, en defensa de intereses colectivos que se han demostrado, sea en lo inmediato o al correr de los años, como altamente genuinos. Y en lo que respecta concretamente a la minería auríferea a cielo abierto, se destaca por su ascendiente sobre la opinión pública, el pronunciamiento del músico León Gieco.
El tema de la minería, y en general de las actividades económicas extractivas, lo seguiremos tratando en futuros posts.


viernes, 10 de febrero de 2012

El derecho a cambiar

Quizá la primera idea que le enseñan a cualquier estudiante de economía, en una clase convencional, es que las necesidades son infinitas y los recursos escasos. Aunque es en principio una noción muy tosca, es posible que se la siga utilizando.

Otra noción directamente ligada con la anterior, es que en los países llamados "desarrollados", las necesidades están mejor satisfechas, lo cual a su vez lleva implícito que se emplean más recursos.

Con respecto a los países "subdesarrollados", el objetivo central planteado por los economistas es el del crecimiento. Las diferencias ideológicas afloran en lo que respecta a los modelos de crecimiento. En el caso de la Argentina, y hablando de posiciones fuertes en términos académicos y políticos, la dicotomía básica que lleva casi un siglo, es entre los partidarios de la industrialización, y los defensores de la agroexportación.

El Contador adhirió tempranamente a las huestes de los industrialistas, en los términos de las viejas posiciones cepalinas gestadas -por poner una referencia- entre la crisis de 1930 y la gran crisis petrolera. Y durante mucho tiempo creyó acríticamente en las virtudes del crecimiento ad infinitum.

Siendo estudiante, el contador leía la interesantísima revista Mutantia que dirigía Miguel Grinberg y que, resulta impresionante comprobarlo, anticipaba, en materia ambiental, muchos temas que inquietan ampliamente a la humanidad treinta años después. En ese momento, el contador percibía esos planteos como estimulantes pero excesivamente utópicos, del mismo modo que el famoso libro de Schumacher Lo Pequeño es Hermoso, al cual había accedido tras conocer por Mutantia su existencia.

Porque el industrialismo se veía perfectamente compatible con la simpatía por el socialismo. Y según se dice, el socialismo es una ideología que va muy bien con el idealismo de los jóvenes. Eran tiempos anteriores a la caída del muro, la revolución sandinista entusiasmaba mucho a los jóvenes, y una manera de pensar en el porvenir de Nicaragua y también de Cuba entendía que una base productiva más vigorosa era un elemento necesario para consolidar la sustentación de los proyectos revolucionarios.


En los años noventa, hay que reconocerlo, el Contador se metió de lleno en los problemas de productividad y competitividad, en la importancia de contar con empresas industriales capaces de hacer sus productos con buena relación calidad/costo. En otras palabras, se podría decir que acompañó también, en algunos temas centrales, la evolución de la Cepal: examinó en profundidad la hipótesis de la centralidad del aprendizaje tecnológico en la dinámica del crecimiento económico, hasta se entusiasmó con las explicaciones de Krugman sobre el papel determinante de las economías de escala en el comercio internacional. En síntesis, la idea de un industrialismo competitivo como base material para sustentar empleo de calidad y superar la desarticulación social provocada por el largo ciclo de imposiciones neoliberales de los acreedores financieros y sus personeros locales.


En otros temas, como por ejemplo lo que la Cepal llamaba "la expansión de la frontera de recursos naturales", el contador advertía grandes riesgos y oscuras resonancias de subordinaciones de siglos, quizá el eco de la lectura juvenil de las venas abiertas de América Latina, aquel vibrante alegato de Galeano. En una oportunidad, hacia 1994, en un curso que dictaba el archifigurante economista Bernardo Kosacoff, de la Cepal Buenos Aires, el contador le expresó dudas respecto a la pertinencia de que un país no petrolero como la Argentina estuviere exportando sus hidrocarburos. La inquietud se basaba, antes que en lo ambiental, en la preservación estratégica de la soberanía energética, y fue descalificada por el expositor como impertinente. El argumento fue algo así como "de nada sirven las riquezas en el subsuelo..."

Una tremenda lección a base de crudos hechos fue por supuesto la crisis argentina de 2001, apoteosis final de un proceso de despojo y brutal insolidaridad cuyo esquema llevaba más de una década, y que se había ido haciendo progresivamente más evidente en sus efectos, a pesar de los torrentes de propaganda ideológica que habían estado desplegando los centros financieros internacionales como si se tratara de verdades científicas.

En el ánimo del contador, la desconfianza iba calando más profundo que la mera preocupación por la existencia de grandes franjas de la población socialmente desprotegidas, o la insuficiente pujanza de la producción, o la falta de dominio nacional de las tecnologías más complejas.

En el plano intelectual, la erosión de las antiguas ilusiones sobre la hipótesis del "crecimiento con equidad" se iba cincelando con lecturas de diverso origen. Entre muchas otras, se pueden recordar: una entrevista a Hirschman en la cual lamenta los escasos logros de integración social de Brasil, en comparación con la impresionante concreción de su industrialización; la explicación en el texto de introducción a la economía de Pérez Henri, sobre el estado estacionario de la economía antes de la revolución industrial; la convicción que muestra Tamames en sus libros, sobre los límites del planeta para albergar un crecimiento poblacional indefinido, y también en el mismo libro, la valoración entusiasta de los partidarios del crecimiento cero y del decrecimiento; las recurrentes meciones en documentos de la Cepal sobre las consecuencias de la deforestación; la lectura casual de un reportaje a una navegante solitaria, que dio la vuelta al mundo en un pequeño velero: esta mujer destacaba como lo más llamativo de su temeraria expedición, que los océanos estaban sucios en todas partes, no solamente en las costas sino también en todos los recorridos de alta mar que le tocó surcar; el libro de Houellebecq sobre la ampliación del campo de batalla, y siguen...


Pero posiblemente ha sido la lectura serena de La Parte Maldita, el formidable texto de Bataille, lo que disparó, por cierto que indirectamente, la convicción sobre la insensatez del capitalismo actual, el irracionalismo de la sociedad de hiperconsumo que requiere que el sistema industiral militar de producción multiplique el uso de energía, arrase con los bosques, envenene las aguas, perjudique la biodiversidad, altere el clima, por enunciar algunas entre las múltiples calamidades a las que estamos asistiendo.

Las tecnologías ahorran cada vez más mano de obra, los productos se obsolecen y reemplazan cada vez más rápido. En muchos países, los que trabajan lo hacen cada vez más, y es creciente la proporción de la población que no logra insertarse en el mundo del trabajo. En el mundo rico, en el tiempo de ocio se expande el ejercicio de autodestructivas prácticas viciosas, cunde la soledad, el individualismo y la infelicidad. En los países pobres, cada vez más desfavorecidos en términos de desigualdad económica, gran parte de las poblaciones no logran siquiera alimentarse satisfactoriamente ni obtener los cuidados más elementales de la salud.

¿Qué hacer con estas incómodas verdades? ¿Cómo conciliarlas con la realidad personal, en que uno es parte activa (incluida), como trabajador y consumidor (entre otras dimensiones), de este sistema de capitalismo global que hace amarga la vida de la gran mayoría de la humanidad? Será motivo de futuros posts.


miércoles, 8 de febrero de 2012

Pelando la cebolla - la ética del cambio en los individuos con actuación pública

El Contador no ha leído el Libro autobiográfico de Gunter Grass, titulado “pelando la cebolla” (2007), pero ha detectado la amplia repercusión de una de las confidencias de ese autor alemán en ese texto, la de haber formado parte de las juventudes hitlerianas en su adolescencia. La polémica se explica por la gran notoriedad del personaje, y porque en su vida adulta ha brindado explícito apoyo al partido socialdemócrata, ha denunciado limitaciones a la democracia por parte del poder económico y ha señalado violaciones de derechos humanos.

Los críticos de Grass se han preguntado si esta confesión con amplia difusión, a sus ochenta años de edad, es aceptable siendo tan tardía, y también qué opciones tenían los jóvenes en el momento en que Grass fue incorporado a un cuerpo especial de las SS, no está claro en las discusiones si fue cuando tenía 15 ó cuando tenía 17.

El contador no ha estudiado con detenimiento lo que dice la teoría acerca del desarrollo de la conciencia moral (por ejemplo lo de Piaget, o lo de Kohlberg), pero en términos generales, desde esa perspectiva se dice que ya en la adolescencia los individuos forman criterios autónomos sobre el bien y del mal, la observancia de reglas, etc.

Dejamos de lado el análisis de los problemas morales en la relación entre personas particulares, y nos centramos en lo que refiere a la esfera colectiva o pública, para tratar la referencia con que abrimos el post.

Para desarrollar nociones amplias de lo que es más conveniente para el bien de un grupo amplio de pertenencia, como puede ser la propia comunidad nacional, o la humanidad entera, se requiere además de juicio autónomo, la adquisición de información relevante y la formación de capacidades metódicas para reflexionar.

El individuo está fuertemente influido por las ideologías y creencias que circulan en su ambiente social. Y en general todos o casi todos los enunciadores de propuestas que convocan a la adhesión colectiva (gobiernos, religiones, partidos políticos, etc.), despliegan su discurso en términos de camino de bien, o incluso de verdad y bien.

La capacidad de los individuos para orientarse en la variedad de planteos sobre el bien colectivo, necesariamente tiene que ser heterogénea. Y aún tras el análisis más ilustrado y exhaustivo, subsiste un margen de subjetividad, de elección individual, que no es posible superar.

Este es un tema de gran interés para la Argentina, porque la historia de las últimas décadas ha tenido etapas con diferencias muy marcadas: dictadura sangrienta, después parálisis económica e inoperancia gubernamental, después un ciclo neoliberal desarticulador del patrimonio y capacidades del estado, del aparato productivo y del lazo social. Y desde 2003, la reaparición de discursos y acciones con algún efecto reintegrador, no por ello exento de procesos controversiales.

Y en todos estos tremendos procesos, han actuado en el espacio público argentino personajes que han pasado de un ciclo a otro manteniendo roles de importancia. Ha existido una notoria proliferación del pragmatismo y del transfuguismo.

La tipificación de actos humanos moralmente admisibles y no admisibles en los líderes del estado y en general personas con poder o influencia, ha sido cambiante en la historia de la humanidad. Desde 1945, por influencia del holocausto judío, y con impulso de instituciones que generan doctrina y jurisprudencia en el derecho internacional, ha ganado consenso la idea de que ciertos crímenes violentos, efectuados de manera generalizada y sistemática contra grupos amplios de población, configuran una conducta que agravia al conjunto de la humanidad, y que por su naturaleza no deben prescribir, es decir que deben poder juzgarse en todo tiempo. Se los conoce como crímenes de lesa humanidad, y es posible que su caracterización discursiva sea una pequeña victoria de los individuos amigables y constructivos de la especie humana, sobre los individuos más codiciosos, sádicos e indiferentes. Aunque muchas veces los criminales de lesa humanidad, se permiten obscenamente acusar a los demás de serlo, el cinismo es evidente.

Del este lado de esa frontera con el mal, se enarbolan discursos tanto discursos justificatorios como condenatorios para todo tipo de posturas.

Dice el lugar común que el individuo suele evolucionar desde posturas transformadoras en su juventud, hacia concepciones conservadoras en su madurez. Pero más allá de posibles efectos del ciclo biológico, que quizá hayan sido ya estudiados en muchos aspectos, cabe preguntarse por el juicio ético que merecen los cambios de postura ideológica, a lo largo de los años de actuación pública de un individuo.

Por actuación pública me refiero aquí a un conjunto amplio de actividades: militancia política, agitación intelectual, exposición artística, ejercicio del periodismo, de la docencia, del vicariado religioso, etc. En opinión del contador, es pertinente diferenciar:

a) Por supuesto, los cambios dentro de este lado, del cambio desde este lado hacia el lado de los crímenes de lesa humanidad, quien sea que los perpetre y en nombre de lo que sea
b) El cambio que deriva de atender una base social amplia de sustentación del dirigente, del cambio provocado para privilegiar intereses personales u oligárquicos
c) El cambio que se produce por aprendizaje y genuina evolución conceptual, de aquel que responde a meros oportunismos en interés propio o de facción
d) El cambio de discurso que corresponde a las cambiantes circunstancias de contexto, del cambio discursivo con propósito deliberadamente engañoso

En opinión del contador, es éticamente inobjetable que el individuo con posibilidades de articular intereses colectivos, exhiba cambios en el primer término de cada una de las cuatro dicotomías enunciadas precedentemente (¿quién podría tirar la primera piedra?).

Claro está que, pensando en el bien de las grandes mayorías, los pueblos tendrían que hacer su marcha con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes, como dice la célebre frase épica. Pero por el momento no estamos seguros de que ello necesariamente ocurrirá.

martes, 7 de febrero de 2012

Celso Furtado - Las formas históricas del desarrollo

La tarea de Furtado ha tenido vastos alcances, tanto por su contribución intelectual como por su influencia política. Quizá su faceta más conocida sea su rol como animador de la “fantasía organizada”, una visión de América Latina, difundida con fuerte intensidad desde mediados del siglo XX, que no adscribe a ninguna teleología de “desarrollo por etapas”, ya que el subdesarrollo de la periferia se explica como consecuencia necesaria, del desarrollo de los centros capitalistas. El planteo furtadiano fue que no se podían copiar evoluciones ajenas, y exigía autonomías nacionales al proyecto de industrialización y de modernización de los patrones de consumo.
Este primer post del contador sobre su obra, se refiere a una sección disponible en internet, de un libro de 1968, titulado Teoría y Política del Desarrollo Económico. Este capítulo se titula “Las Formas Históricas del Desarrollo”, y es una elocuente síntesis conceptual: en pocas páginas recorre el proceso histórico ocurrido desde el surgimiento del excedente económico en las primeras comunidades humanas, hasta la conformación de la gran industria capitalista en el mundo contemporáneo. Nos limitaremos aquí a comentar unos pocos conceptos introductorios.
Un asunto clave, cual es la voluntad inicial de un grupo de esclavizar a otro, para obtener de éste la entrega compulsiva de su excedente de producción, es abordada como constatación. Es decir no hay en este texto ninguna consideración de índole antropológica o psico social acerca de las motivaciones individuales y colectivas para la conducta económica.
La guerra ha sido el elemento clave para que unos grupos pudiesen esclavizar a otros, y por consiguiente captar excedente económico. Furtado nos recuerda que los grupos dominantes siempre han destinado excedente a usos improductivos: “mejores residencias, monumentos, templos, sostener personas dedicadas a tareas no manuales, la formación de élites intelectuales, etc.” Además al existir excedente, que implica mano de obra liberada, “la comunidad dominante podrá formar un ejército y tratar de de obligar a otras comunidades a suministrarle tributos, incrementando así aún más sus recursos (…) La guerra constituía la forma principal de captación y utilización del excedente de producción…”
El texto explica la evolución del uso del excedente, que en fases sucesivas combina la destrucción improductiva con la formación de capital comercial y más tarde capital productivo. Es una explicación que soslaya –se entiende implícitamente que el texto las considera ajenas a su objeto de estudio- las motivaciones profundas de la conducta humana, aquellas que Georges Bataille planteó como tensión entre lo útil y la búsqueda de gloria. Volveremos reiteradamente sobre todos estos conceptos.

jueves, 2 de febrero de 2012

¿Qué hay de nuevo?

El contador se propone continuar presentando las referencias teóricas que han marcado fundamentos en procesos colectivos e individuales. Entre estos próximos abordajes estará una mirada sobre lo que fuera la ilusión modernizante de los principales estructuralistas latinoamericanos y otros desarrollistas, tales como Furtado, Prebisch y Hirschman. También algunos destacados de la escuela francesa, como Perroux y Aron. Esto no significa desentenderse de los grandes temas de la problemática contemporánea, incluyendo la producción de ideas teóricas que genera su irrupción.
A modo de agenda, enunciativa no exhaustiva, y para su paulatino tratamiento:


  • Codicia y sadismo. Viejos males con objetivos contemporáneos.

  • La actual erosión de la legitimidad del capitalismo

  • Neo colonialismo del petróleo, el gas y demás fuentes de energía

  • Expansión de la mega minería

  • Economía del agua dulce

  • Cambio climático, deforestación y otros deterioros ambientales

  • El desgobierno de las finanzas internacionales

  • Desplazamientos en la gravitación de los países

  • Propagación del narcotráfico y de la trata de personas

  • Procesos actuales de inclusión social y mejora democrática en América Latina

  • Oportunismo imperial frente al malestar en el mundo árabe

  • La sombría actualidad del derecho internacional