lunes, 30 de abril de 2012

Congreso de Economistas Heterodoxos en la Universidad Nacional de Quilmes


DOMINGO, 29 DE ABRIL DE 2012
ENFOQUE

Heterodoxos


 Por Eduardo Lucita*
Luego de décadas de hegemonía de la teoría neoclásica los partidarios de la heterodoxia económica han vuelto al ruedo. Así lo muestra un reciente congreso realizado en Buenos Aires. Los debates parecen estar destinados a colarse al interior de las discusiones en el gobierno nacional sobre el curso a seguir. Durante más de tres largas décadas, los debates en los foros internacionales, y también en su traducción en leyes y acciones concretas por los gobiernos, fueron dominados por la teoría neoclásica. En América latina estas concepciones tomaron fuerza a partir de mediados de la década del ’70 del siglo pasado –inicio de la fase neoliberal del capital– y se profundizaron en la del ’90 bajo la orientación del Consenso de Washington.
A partir del 2007-2008 la crisis económica internacional, largamente anunciada por más de un pensador heterodoxo, modificó el escenario previo y puso en cuestión los presupuestos de la ortodoxia económica. Mucho más cuando a cinco años de su inicio la crisis sigue sin resolverse y crecen las evidencias de que no es sólo financiera, sino que es todo al andamiaje del capitalismo, como sistema, el que está en el centro de la misma. Los seguidores de la teoría neoclásica no sólo fueron incapaces de preverla, sino que no aciertan en sus caracterizaciones, por lo tanto resultan incapaces para diseñar una salida de la misma. La actual etapa europea de este fenómeno mundial muestra que en sus portafolios los neoclásicos, como aquí los personeros del establishment, sólo tienen las mismas recetas de siempre: reforzamiento del FMI, ajustes sobre ajustes, salvar a los bancos.
En ese contexto es que se promueve el cambio. No resulta indiferente que esta mutación se haya procesado antes, en forma más o menos empírica, en el Cono Sur de nuestro subcontinente: Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina. Esto no es casual. Ha sido esta región la que mayores resistencias opuso a la ofensiva del capital bajo su forma neoliberal y de donde surgen alternativas.
Expresión de lo dicho es que del 20 al 23 de marzo se llevaron a cabo en plena city las “Jornadas de Economía Política Universidad Nacional de Quilmes-Congreso de Economistas Heterodoxos”. Un encuentro internacional de gran porte convocado por una casa de estudios nacional. Un gran esfuerzo organizativo y financiero que convocó a reconocidos académicos que desarrollan sus actividades en universidades de renombre mundial. La cuidadosa selección de los ponentes permitió expresar las diversas corrientes que se desenvuelven al interior del pensamiento heterodoxo (keynesianos, poskeynesianos, estructuralistas, sraffianos, kaleckianos y marxistas, o sea seguidores de las teorías de John Maynard Keynes, Piero Sraffa, Michael Kalechi, Karl Marx).
No dejó de llamar la atención que un evento de esta naturaleza y envergadura haya tenido tan poca difusión previa. No obstante el nivel de inscripción fue elevado y la concurrencia –más del 80 por ciento, jóvenes estudiantes o graduados recientes en Economía– fue nutrida a pesar de lo apretado de la agenda y el extenso horario de las sesiones. Otro aspecto llamativo lo fue la ausencia de exponentes latinoamericanos y particularmente locales. En nuestro país hay una larga tradición del pensamiento heterodoxo cuyos representantes, aun con sus diferencias, podrían haber sido de la partida en igualdad de condiciones con los nueve invitados del exterior.
Todas las intervenciones fueron de un corte netamente académico y en ese plano la confrontación con la teoría neoclásica lo fue en toda la línea, y en sus puntos fundamentales: el equilibrio general, la neutralidad del dinero, el mercado como mejor asignador de recursos, la teoría del derrame y sus variantes, la idolatría de la competencia. Así como las interpretaciones neoliberales de la crisis internacional, su teoría monetarista de la inflación o la opción por la capitalización de la previsión social. En el centro de esta confrontación dos intervenciones marcaron distancias al interior de la heterodoxia: Lance Taylor (New School NY) expuso “La revancha de Maynard” y reivindicó el rol de la demanda agregada, le siguió Makoto Itoh (Universidad de Tokio) con su incisiva ponencia “¿Por qué el keynesianismo no funciona?”.
Pero tal vez lo que más atrajo a los asistentes, obviamente por su vinculación con la actualidad de la economía local, fueron las varias intervenciones sobre la idea poskeynesiana de una “economía tirada por la demanda”. Dentro de éstas destacó la de Marc Lavoie (Universidad de Ottawa), “Crecimiento liderado por salarios. Conceptos, teoría y políticas”. Este investigador presentó un modelo conceptual que permite identificar las principales variables según la economía esté liderada por el trabajo (salarios) o por el capital (ganancias). Refiriéndose a la actualidad argentina la definió como una economía donde el mercado doméstico está impulsado por los salarios, pero la economía total lo está por las ganancias.
La inflación y sus causas fue otro tema de impacto sobre nuestra actualidad. Despejada la tesis monetarista, “La inflación no es un fenómeno monetario. En Argentina o en cualquier lugar”, de John Weeks (Universidad de Londres), también Anwar Shaikh (New School NY). Si se trata de una economía tirada por los salarios, la inflación puede ser producto de la puja distributiva entre capital y trabajo. Pero si lo que prima es la ganancia, y es el caso actual de nuestro país con tasas de ganancias extraordinarias, las causas de la inflación están en otro lado; tiene raíces más estructurales.
Así, si bien el encuentro transcurrió en un alto nivel académico y de teorizaciones, las referencias a la situación local resultaron ineludibles tanto en algunas ponencias como en las conversaciones de pasillo. El evento tuvo un alto nivel académico, y seguramente ayudará a elevar el prestigio de la UNQ, pero su realización no ha sido sólo por su valor académico, sino que también va a incidir en los debates de nuestra realidad
* Integrante de EDI-Economistas de Izquierda.

sábado, 28 de abril de 2012

Ritual de vanidades en la reciente conferencia de Aldo Ferrer en Córdoba



Entonces llega, el lunes 23 de abril,  Aldo Ferrer a Córdoba, una movida conjunta entre la gente del Banco Credicoop y el grupo de la Rectora de la Universidad Nacional de Córdoba.
El lugar de la conferencia es una de las hermosas salas del Pabellón Argentina de la Universidad. Los dos grupos organizadores han trabajado mucho en la difusión, y han tenido efectividad en eso, para el tipo de actividad hay una importante cantidad de gente.
Se pone en marcha el nervioso ritual previo, de los corrillos para mostrar y mostrarse. Las personas que presumen de ser figuras públicas,  ponen en evidencia los rigurosos cálculos que íntimamente realizan para tasar su conducta social en ese escenario tan arquetípico en materia de exhibición de vanidades.
El código es bastante simple. Estas figuras, aunque te conozcan perfectamente por diversas ocasiones que has compartido con ellos, no se acercan a saludarte si consideran que su propia relevancia como “dirigente” político o social es superior a la tuya. En cambio se dirigen sin titubear al abordaje de quienes tasan como superiores en ese aspecto. Y se avienen a concederte el saludo si sos vos quien se dirige a ellos. Perciben tu acercamiento como reverencial, y por sutiles gestos darán a entender que no recuerdan tu persona, o en todo caso que la recuerdan de manera difusa.
 Otra impulso de esta vanidad se dirige a la ubicación en el espacio en que se cumplirá el ritual.  No solo en cuanto a quienes se sientan en el estrado, ubicación reservada a la máxima jerarquía presente,  sino también a la primera fila de la sala.
La idea de los organizadores siempre es que la primera fila esté ocupada por figuras notorias.  En general las personas sencillas se autoexcluyen de ese grado de exhibición. Pero  algún que otro personaje ambicioso hace un cálculo de su propia importancia que no coincide con el de los organizadores, y ocupa un lugar que sería necesario hacerle desalojar si llegan otros asistentes más encumbrados.
En los minutos previos al inicio de la actividad se desarrollan en la mente de los organizadores  otros nerviosos cálculos, en este caso de disponibilidad en esa primera fila, porque tampoco es bueno que luzca en las fotografías con lugares vacíos. Eso evidenciaría que se esperaban personalidades que no concurrieron.
Al final el aplauso es sumamente prolongado. No se puede saber con certeza qué es lo que se está aplaudiendo: si las palabras (quizá algo trilladas) que se acaban de oir,  la trayectoria del anciano expositor, el mérito de la vejez enérgica…  O si los aplausos son un pláceme  a la insinuada iniciativa política de la rectora, que aspira a disputar la Gobernación de la Provincia en el próximo turno. Posiblemente sea un poco de cada cosa, según la perspectiva particular de cada uno de los presentes. 

domingo, 22 de abril de 2012

Raúl Prebisch. Un legado ineludible y controvertido

 A lo largo del ya afortunadamente extenso período transcurrido desde la recuperación de las instituciones democráticas en 1983,  quienes hemos frecuentado diversos ámbitos de estudio o de debate sobre la economía heterodoxa, habitualmente hemos conocido una valoración de Prebisch centrada en su concepción desarrollista, su planteo fundacional sobre la posición desfavorable de los países en desarrollo en lo que respecta a los términos de intercambio internacional, y su protagonismo en el liderazgo institucional de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
Curiosamente, es mucho menos frecuente que se hable de la actuación política concreta de Prebisch en diferentes etapas de su vida. Lo más debatido en este aspecto es el grado de responsabilidad que le cupo en el diseño del regresivo plan económico que la Revolución Fusiladora impuso en 1956. Una controversia que va entre la denostación más enfática, como la contenida en el libro de Jauretche (El Plan Prebisch retorno al coloniaje), y la mirada indulgente que afirma (sin pruebas a la vista), que se dejó llevar por un grupo de jóvenes y ambiciosos discípulos, que firmó los documentos sin haberlos evaluado en profundidad, etc.
En un libro de Tulio Halperín Donghi (La República Imposible 1930-1945), escrito con el acostumbrado rigor académico y brillo retórico de este historiador, llama la atención el rol protagónico que le atribuye a Prebisch en las decisiones económicas de todo este ciclo, caracterizado por gobiernos autoritarios o conservadores. En este marco, se pueden leer los tempranos planteos industrialistas de Prebisch, y su gestión como Presidente del Banco Central, creado en 1935,  como guías para  reconvertir el régimen de acumulación de la élite dominante, ante las dificultades que el modelo agroexportador experimentó a partir de la crisis internacional de 1930.
En un un libro producido en su última etapa activa (Capitalismo Periférico, Crisis y Transformación, 1981), Prebisch parece escribir una especie de legado, con la libertad de quien ya no se propone proyectos prácticos, sino que más bien trata de coronar una vida de logros con un balance que intente alcanzar la auténtica grandeza.
En ese texto Prebisch se permite recordar su admiración juvenil por la economía neoclásica, y recorrer el camino que lo llevó a considerar esa doctrina como inútil para comprender y predecir el proceso económico, especialmente en los países periféricos. El núcleo de la crítica es que los supuestos sobre los que asienta el edificio lógico matemático de los modelos neoclásicos, son discordantes con lo que se puede apreciar en la realidad económica.
El foco de la crítica se orienta al concepto de excedente originado por la incorporación incesante de progreso técnico y la consiguiente mejora de productividad. Los neoclásicos postulan que, en el régimen de competencia, la ganancia tiende a extinguirse, persistiendo solamente como retribución del capital, el tipo general de interés, mientras que los beneficios derivados de las mejoras de productividad se reflejan por una parte en la retribución que corresponde a cada factor de producción según su productividad marginal, y por otra parte en una reducción de los precios en beneficio de los consumidores.
Prebisch sostiene que esta dinámica nunca podría funcionar así, al menos en el capitalismo periférico, porque la demanda de cada momento se conforma con pagos a los factores de producción que en el futuro próximo generarán una producción más cuantiosa que en el presente, haciéndose posible mantener o aún incrementar los precios, proceso que por otra parte va acompañado de la correspondiente expansión monetaria.
En cuanto a los salarios, el planteo es que mientras existan capas sucesivas de trabajadores de productividad decreciente, las bajas remuneraciones de los trabajadores que se encuentran en las capas de menor productividad, limita las posibilidades de que las mejoras de productividad deriven en la mejora sostenida del salario medio.
Es decir que el excedente no se traslada ni a los precios ni a los salarios, sino que es retenido por las empresas. Y aquí es donde Prebisch plantea una fuerte crítica a la élite social, aquella a la cual acompañó en  sus largas épocas de funcionario.
La recriminación principal apunta a la dilapidación del excedente, por parte de esa élite social, principalmente bajo la forma de lo que llama "consumo imitativo de los centros". Las construcciones opulentas y los bienes de lujo son causa de un gran derroche de capital. También la cuantiosa y permanente salida de recursos desde la periferia hacia los centros, resta posibilidades de inversión reproductiva. Y otro tanto con la hipertrofia del estado, que en distintas épocas ha absorbido empleo espurio, como consecuencia indirecta de la baja capacidad del sistema para contener las demandas sociales.
En otro severo cuestionamiento a la élite, el texto sostiene que, cuando por la puja distributiva o por el ciclo económico, el excedente se contrae, la reacción habitual de las empresas dominantes en sus respectivos mercados consiste en imponer su recomposición mediante la suba de los precios, en vez de orientar recursos a una mayor inversión.
En el abordaje de todos los problemas estructurales, Prebisch afirma que no puede esperarse que sean resueltos por el mercado, porque éste tiende a reproducir las distorsiones. Sino que deben ser los mecanismos políticos del estado los que definan el consenso sobre programas transformadores.
El libro es muy interesante y contiene un reconocimiento implícito de las frustraciones que fueron jalonando el modelo productivo que décadas antes el autor había contribuido a impulsar.
De todos modos la visión queda insalvablemente prisionera de su época y se reafirma sobre el paradigma  industrialista que fue estandarte de  la transformación económica del planeta a lo largo del Siglo XX, en que diversas regiones y países procuraron emular y superar la supremacía industrial británica del Siglo XIX.
Es cierto que se admite, desde el mismo título, la crisis en la periferia, y se la señala también con respecto a los centros, dedicándole un capítulo entero y destacando incluso los daños ambientales en la explotación de la biósfera. Pero no se llega a plantear ninguna hipótesis radical en términos de nuevo paradigma, sino más bien ajustes institucionales a la dinámica existente.
Los tiempos que siguieron a la publicación del libro, con la implosión de la ex URSS, y la imposición mundial del neoliberalismo a partir de los años noventa del Siglo XX, profundizaron la crisis estructural hasta niveles quizá ni siquiera imaginados por Prebisch. El marasmo en que hoy se debate la coyuntura de la economía internacional, y más estructuralmente el irracionalismo ambiental que ha alcanzado la producción masiva, nos   imponen la necesidad de encontrar conceptos completamente nuevos, si queremos que la aventura humana prosiga de manera menos traumática.