domingo, 28 de octubre de 2012

La recurrente inclinación a la regulación tecnocrática

Algo que reprochamos activamente a la dirigencia política de los años noventa, es su avieso escudamiento en   la pretensión científica del discurso económico neoliberal.
Es una lógica que ya ha sido debidamente desenmascarada: las demandas populares, aunque legítimas, no pueden ser atendidas porque colisionan con inexorables leyes de la economía.
Así, no importa de qué características sea por ejemplo la reivindicación salarial de los trabajadores. Habrá una pauta "correcta", según la supuesta regla de funcionamiento de los mercados, para que la política de ingresos no ocasione inflación, o caída de la inversión, u otros efectos no deseados.
La hegemonía neoliberal desde el discurso gubernamental en América Latina de los noventa pretendía naturalizar su programa como el único posible para el proceso económico social, porque era el que se correspondía con las indicaciones de la ciencia. Ahora vemos repetirse esa postura en el escenario de la crisis europea.
En nuestra región, un puñado de gobernantes desafió esa preceptiva al entrar el Siglo XXI. Chávez, Lula, Néstor Kirchner, Evo Morales, el propio Correa. No son proyectos que  hayan avanzado hacia la abolición del capitalismo, pero claramente en temas muy determinantes han desoído la orientación que pretendían imponerle los centros de poder económico mundial. Así ha sido en lo que respecta a la política comercial internacional,  al rol de los estados nación, y al perfil de la política económica.
Estas políticas  han tenido para los sectores populares, efectos de mejora en la situación económica y social, a la inversa de lo ocurrido en los países centrales, donde las políticas de ajuste han replicado, una década después,  la secuela de destrucción de empleos y propagación de pobreza y desprotección con que habían asolado la región latinoamericana en los noventa.
El neoliberalismo se ha desprestigiado considerablemente, y ya amplias capas populares han comprendido los peligros de sus falacias.  En América Latina, la movilización popular ha acompañado con fuerza las medidas orientadas a garantizar derechos ciudadanos y ampliar la inclusión social.
También se han desplegado múltiples batallas simbólicas, entre ellas la disputa sobre la supremacía de determinadas teorías económicas. La escuela neoclásica, enfoque dominante en los medios académicos e institucionales, conocido como el "mainstream" de la teoría, que es el soporte de los programas neoliberales, ha comenzado a verse erosionado por diversas corrientes heterodoxas, que han crecido en su visibilidad y en el interés que concitan en públicos cada vez más amplios.
Es importante en esta instancia celebrar la propagación de esfuerzos para elaborar teorías acertadas en beneficio de los pueblos. Pero también cabe alertar sobre algunos riesgos de la articulación entre la teoría y la decisión política.
Los científicos, incluidos lo científicos sociales, y muy especialmente los economistas de todas las orientaciones, son muy proclives a enamorarse de las teorías en que abrevan. Uno de los grandes males de la escuela neoclásica ha sido su progresiva adopción de un lenguaje estrictamente matemático, que ha tenido entre sus efectos su encasillamiento en un discurso sólo para expertos o al menos para iniciados.
Aún cuando la derrota ideológica del neoliberalismo económico está lejos de haberse definido, se advierte tempranamente en los círculos más ilustrados de economistas heterodoxos, cierta tendencia a asumir para su propio círculo, el monopolio de la teoría acertada. Y más aún, la proliferación de gestos filosos en las polémicas, el desmedido afán por el lucimiento personal, hasta ciertos impulsos segregacionistas, entre la élite de los que poseen rigor teórico (¡incluyendo un denso lenguaje matemático!) y una masa de chapuceros que se permiten opinar con inconsistencias.
Entiendo que a toda costa hay que evitar el peligro de sustituir una regulación tecnocrática por otra.  El avance de los pueblos difícilmente pase por sustituir el vedettismo de los neoliberales por el vedettismo de los neokeynesianos.
Los movimientos populares deberán estar siempre muy atentos a las medidas que toman los gobiernos, incluso los que han llegado con el favor de un amplio consenso, y hacer prevalecer siempre la genuina expresión colectiva, por encima de cualquier racionalidad técnica.
Cualquiera sea la ética que invoque un conjunto de tecnócratas, su visión siempre estará en disputa con otras, y los pueblos no tienen por qué caer en la trampa de dirimir controversias entre especialistas.
Para ilustrar el problema con un ejemplo, los neokeynesianos son en general partidarios del crecimiento económico, de la expansión de la demanda, del consumo, del acceso generalizado a todo tipo de productos.
Pero otras doctrinas, como los teóricos del decrecimiento,  advertirán sobre el daño ambiental, la irracionalidad del derroche energético, el envenenamiento de los ríos y los alimentos; propondrán que la llegada a un mayor bienestar se dará por un patrón de consumo sano y frugal. Es decir un planteo que en aspectos importantes es prácticamente inverso al de los neokeynesianos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario