sábado, 13 de octubre de 2012

La economía heterodoxa. Entrevista de Claudio Scaletta a Eduardo Crespo


La economía heterodoxa.
Entrevista de Claudio Scaletta a Eduardo Crespo

Como se lee en esta entrevista, Eduardo Crespo nos presenta una economía hetorodoxa protagonizada por escuelas que de un modo u otro comulgan con el afán desarrollista, y en última instancia, también con la supremacía de lo económico sobre otros valores de la civilización. En el etcétera de su enumeración (“marxistas, schumpeterianos, evolucionistas, institucionalistas, etc), nos parecería bien incluir a los teóricos del decrecimiento (de Georgescu Roegen a Latouche), a los eco-socialistas (con Michael Löwy como uno de los autores de referencia), y también a los dependentistas, los estructuralistas latinoamericanos, los descolonialistas...

25/07/2011 
La entrevista. Por por Claudio Scaletta

Reside en Brasil, pero participa activamente de los debates de los economistas locales, entre quienes se convirtió en referente ineludible del pensamiento “heterodoxo”.
– ¿Qué significa ser un economista heterodoxo?
– En términos muy generales puede decirse que heterodoxo en teoría económica es quien no comparte la visión dominante representada por la tradición marginalista y/o neoclásica, cuyo núcleo teórico principal es la teoría del equilibrio general. Pero una vez dicho esto debe aclararse que dicha definición abarca muchísimas tradiciones que son a veces contrapuestas unas con otras: post-keynesianos, kaleckianos, sraffianos, marxistas, schumpeterianos, evolucionistas, institucionalistas, etc. Hasta los llamados ‘austríacos’, quienes defienden el marginalismo a ultranza, se consideran a sí mismos ‘heterodoxos’ porque rechazan las actuales formulaciones del equilibrio general. Por otro lado, también debe aclararse que la ‘ortodoxia’ hoy en día no tiene nada de homogénea, ya que la integran numerosas vertientes que son a veces contradictorias entre sí.

– ¿Entonces somos todos heterodoxos?
– (Risas…) No, no; hoy en buena parte de la heterodoxia pueden identificarse algunos puntos en común. El principal es que dado que la economía naturalmente no tiende a emplear todos los recursos, los niveles de producción y de empleo están determinados por la demanda agregada. Es la demanda la que tiende a determinar la oferta de productos (y en buena medida también la oferta de recursos) y no a la inversa. Esta visión es compartida por todas la heterodoxias que de distintos modos defienden la teoría de la demanda efectiva de Keynes y Kalecki y constituye el ABC de la macroeconomía para estas tradiciones. Otro punto clave es que la distribución del ingreso no es un resultado únicamente económico. En la determinación de las variables distributivas, como el salario, la tasa de interés u otras que afectan la distribución del ingreso, como el tipo de cambio, participan numerosos elementos de carácter político e institucional. De aquí se desprenden otras cuestiones o puntos. Los precios relativos no son indicadores de escasez de recursos, ya que según esta concepción estos no tienden a ser escasos y sus precios no responden a mecanismos exclusivamente económicos. Así, una parte significativa de la heterodoxia interpreta los precios relativos a partir de las condiciones de producción y distribución en los términos planteados por la tradición clásica de economía política cuyos autores más representativos fueron Smith, Ricardo y Marx. Y alternativamente otras vertientes heterodoxas interpretan los precios relativos partiendo de los costos de producción siguiendo distintas versiones de la llamada ‘teoría de la competencia imperfecta’ originada en la Universidad de Cambridge. Con distintos matices, ajustes y aclaraciones, entiendo, ambas concepciones son compatibles. Y una última cuestión: El dinero no es neutral. Los aspectos monetarios y financieros tienen efectos reales en la economía, es decir, afectan la producción, el empleo y la distribución del ingreso incluso en el largo plazo. En este marco, los distintos regímenes monetarios, como el patrón oro en el siglo XIX, la convertibilidad en la Argentina de los 90s, los regímenes de metas de inflación, el Euro en Europa y tantos otros, afectan el desempeño de las variables fundamentales del sistema.

– ¿Hasta dónde es heterodoxo el actual modelo?
– Este modelo tiene varios elementos de raíz heterodoxa. La política de gasto público se fundamenta, al menos de modo implícito, en la convicción de que la economía no posee mecanismos automáticos que la conduzcan al pleno empleo de recursos. Medidas como la AUH, la universalización del sistema de jubilaciones y pensiones, el aumento del salario mínimo, el esfuerzo del gobierno por preservar un tipo de cambio ‘competitivo’, el congelamiento de tarifas, y tantas otras, sólo pueden sustentarse si se admite que la distribución del ingreso no es un fenómeno exclusivamente económico sino que está influido también por decisiones políticas y condiciones institucionales.
De igual modo, los intentos por reducir la inflación mediante la intervención del gobierno en las negociaciones paritarias, la promoción de mecanismos compensatorios al tipo de cambio ‘competitivo’ como las retenciones móviles y el congelamiento de tarifas, indican que los precios no son, al menos para el gobierno, ‘indicadores de escasez’. Finalmente, el rechazo a la idea de que el Banco Central debe ser una entidad ‘independiente’ que sólo debe velar por la estabilidad monetaria, también indica que para este gobierno las condiciones monetarias y financieras no son neutrales y sí tienen efectos importantes sobre el desempeño económico de largo plazo.

– ¿Cuáles considera los principales aciertos de la política económica desde 2003?
– La política activa de gasto público unida a la convicción de que el crecimiento del mercado interno sólo podrá sustentarse si se logra sortear la llamada restricción externa de divisas. Los esfuerzos por preservar un tipo de cambio competitivo, el proceso de desendeudamiento en moneda extranjera, la promoción de exportaciones y la incipiente política de sustitución de importaciones van en esta dirección. 

– ¿Y sus limitaciones?
– La principal es que se trata de un modelo conflictivo. Como se pretende intervenir en forma manifiesta en la fijación de algunas variables que afectan la distribución del ingreso, como el tipo de cambio o los precios domésticos en relación a los internacionales (por ejemplo, mediante retenciones), el conflicto aparece como un resultado casi inevitable. Y este conflicto difícilmente tenderá a aminorar en la medida que las condiciones de empleo y de vida sigan mejorando. Y en este marco, la inflación aparece como una de las secuelas más molestas, lo que termina socavando la posibilidad de intervenir con éxito en la fijación institucional de dichas variables. Por caso el tipo de cambio real.

– ¿La inflación y el retraso cambiario son efectos del modelo?
– La inflación responde a dos circunstancias centrales: la puja distributiva interna y la suba de precios internacionales. Lo segundo escapa a nuestro control y sólo podríamos amortiguar sus efectos apelando a la conocida receta consistente en apreciar el peso con relación al dólar o mediante políticas que desdoblen los precios locales de los internacionales, por caso, mediante retenciones móviles. Pero para implementar esto último, así como para intervenir en la puja distributiva cuando el nivel de desempleo es bajo, se precisa de un gran poder político que hoy en día está ausente. En estas circunstancias es muy difícil evitar la apreciación cambiaria.

– ¿Cómo se resuelve, entonces, el problema de la inflación en dólares?
– Insisto, si no se cuenta con un respaldo político significativo, no se puede resolver, por lo menos en el mediano plazo. Sin embargo, como medidas complementarias, se deberían impulsar políticas industriales y tecnológicas de largo plazo que nos permitan exportar (o sustituir importaciones) para así contar con cierto grado de libertad frentes a los vaivenes de la cotización del dólar. En otras palabras, una política de desarrollo restringida al dólar competitivo está condenada al fracaso. En un país conflictivo como la Argentina, donde los conflictos distributivos se traducen como inflación, esta política tiende a autodestruirse en la misma medida en que tiene éxito a la hora de generar empleo y salir de una recesión profunda.

– ¿Cree que en los próximos años puede reaparecer la restricción externa?
– Sin dudas, ahora estamos favorecidos por términos de intercambio muy favorables. Pero si la producción local, el empleo, y sobre todo las inversiones, siguen creciendo, me parece inevitable que empecemos a sufrir ciertos aprietos externos en un tiempo no muy lejano.


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