lunes, 26 de noviembre de 2012

Vínculos interpersonales y valores democráticos de convivencia


Quiero llamar la atención sobre un conjunto de problemas de los vínculos interpersonales, que se sobreimprimen sobre la condición de clase de los individuos involucrados. Es decir que además de sobrellevar una determinada posición, en algún estrato más o menos favorecido dentro de la clase social de pertenencia (propietaria o no de medios de producción), y además de la posición de debilidad de todo individuo frente al poder del estado, se presentan a los individuos y a los grupos sociales, múltiples problemas vinculares entrecruzados, que pueden hacer penosa la vida cotidiana, y que invitan a otras miradas sobre los valores democráticos de convivencia social.
Algunos problemas fundamentales de esta índole han ido incrementando su visibilidad, gracias a la prolongada lucha, en muchos países,  de los movimientos sociales específicos y las organizaciones políticas sensibles a estos asuntos. Es por ejemplo el caso de las reivindicaciones de género, incluyendo la problemática de la mujer y de los gays y lesbianas. La lucha contra la discriminación racial lleva también una larga historia, y en América Latina ha tomado un nuevo vigor a partir de los procesos políticos que han institucionalizado recientemente los derechos de los pueblos originarios,  entre ellos los derechos políticos, jalonando logros concretos en un largo proceso discursivo y político con la consigna de la descolonización integral, que abarca no solamente la autonomía política sino el replanteo de relatos, valores y saberes eurocéntricos.
La Argentina en los últimos años  ha experimentado muchos cambios a favor de los derechos de género, en parte gracias a un rol activo en esa dirección por parte del Gobierno Nacional. Que además ha sostenido posturas coherentes en contra de la discriminación, el racismo y la xenofobia. También se evidencia algún nivel de preocupación, aunque quizá no suficientemente activo, sobre la integración de las personas con discapacidad. En cambio, otros maltratos vinculares permanecen con menor nivel de visibilidad y más dificultades en su abordaje. Es el caso por ejemplo de de la problemática campesina (la discriminación de los habitantes rurales por parte de los urbanos), y de las formas de convivencia al interior de las instituciones. En las escuelas de educación para niños y adolescentes, se verifican desde siempre prácticas muy extendidas de hostigamiento y patoterismo de algunos alumnos hacia otros.
Otro problema de vastas implicancias es el del ejercicio del  poder de castigo policial por parte del estado. Por causas sociales y políticas profundamente arraigadas, el aparato represivo tiende a dirigir sus sospechas y sus acciones preventivas y correccionales  hacia los sectores humildes de la población. En Córdoba (Argentina), se ha venido dando un creciente debate público sobre este problema, ya que en este estado provincial la legislación de faltas contiene figuras específicas que alientan y respaldan  la orientación socialmente discriminatoria del accionar policial.
La diferenciación social se traslada de la valoración de la cuestión criminal y las concepciones sobre seguridad ciudadana, a muchos otros aspectos de la interacción social, desde el acceso o no a determinados ámbitos educativos, el uso de determinados tipos de atuendos y arreglos en el vestir, hasta el acceso a los sitios de esparcimiento, que también se encuentran, en el caso de Córdoba,  fuertemente estratificados.
Esta separación multidimensional de la convivencia por estrato social, además  de su inaceptable efecto denigrante para las personas impedidas de cumplir legítimas expectativas de acceder a determinados ámbitos, provoca indudablemente un empobrecimiento general de la cultura, ya que se limita excesivamente el intercambio de información y experiencias diversos, según las tradiciones, valores e inquietudes de los distintos grupos sociales.

Esta tendencia se ve por cierto reforzada por las reglas del mercado, ya que a las barreras discriminatorias  se suman los precios diferenciados de bienes y servicios, que en ausencia de políticas compensatorias explícitas, también contribuyen a excluir a los grupos humildes, por ejemplo en materia cultural y de esparcimiento.  
Un aspecto también determinante de la estratificación empobrecedora, es la llamada segregación urbana. Las clases medias abandonan los heterogéneos barrios tradicionales de la ciudad, y establecen su residencia en barrios cerrados de los suburbios, en los cuales configuran auténticos ghettos uniformes, donde los diferentes son sospechosos por definición y no pueden circular sin autorización expresa.
Es evidente que esta estrategia residencial también empobrece la diversidad de la vida colectiva y refuerza las demás tendencias segregacionistas. Es decir, la segregación urbana también afecta los valores democráticos de convivencia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario