domingo, 22 de abril de 2012

Raúl Prebisch. Un legado ineludible y controvertido

 A lo largo del ya afortunadamente extenso período transcurrido desde la recuperación de las instituciones democráticas en 1983,  quienes hemos frecuentado diversos ámbitos de estudio o de debate sobre la economía heterodoxa, habitualmente hemos conocido una valoración de Prebisch centrada en su concepción desarrollista, su planteo fundacional sobre la posición desfavorable de los países en desarrollo en lo que respecta a los términos de intercambio internacional, y su protagonismo en el liderazgo institucional de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
Curiosamente, es mucho menos frecuente que se hable de la actuación política concreta de Prebisch en diferentes etapas de su vida. Lo más debatido en este aspecto es el grado de responsabilidad que le cupo en el diseño del regresivo plan económico que la Revolución Fusiladora impuso en 1956. Una controversia que va entre la denostación más enfática, como la contenida en el libro de Jauretche (El Plan Prebisch retorno al coloniaje), y la mirada indulgente que afirma (sin pruebas a la vista), que se dejó llevar por un grupo de jóvenes y ambiciosos discípulos, que firmó los documentos sin haberlos evaluado en profundidad, etc.
En un libro de Tulio Halperín Donghi (La República Imposible 1930-1945), escrito con el acostumbrado rigor académico y brillo retórico de este historiador, llama la atención el rol protagónico que le atribuye a Prebisch en las decisiones económicas de todo este ciclo, caracterizado por gobiernos autoritarios o conservadores. En este marco, se pueden leer los tempranos planteos industrialistas de Prebisch, y su gestión como Presidente del Banco Central, creado en 1935,  como guías para  reconvertir el régimen de acumulación de la élite dominante, ante las dificultades que el modelo agroexportador experimentó a partir de la crisis internacional de 1930.
En un un libro producido en su última etapa activa (Capitalismo Periférico, Crisis y Transformación, 1981), Prebisch parece escribir una especie de legado, con la libertad de quien ya no se propone proyectos prácticos, sino que más bien trata de coronar una vida de logros con un balance que intente alcanzar la auténtica grandeza.
En ese texto Prebisch se permite recordar su admiración juvenil por la economía neoclásica, y recorrer el camino que lo llevó a considerar esa doctrina como inútil para comprender y predecir el proceso económico, especialmente en los países periféricos. El núcleo de la crítica es que los supuestos sobre los que asienta el edificio lógico matemático de los modelos neoclásicos, son discordantes con lo que se puede apreciar en la realidad económica.
El foco de la crítica se orienta al concepto de excedente originado por la incorporación incesante de progreso técnico y la consiguiente mejora de productividad. Los neoclásicos postulan que, en el régimen de competencia, la ganancia tiende a extinguirse, persistiendo solamente como retribución del capital, el tipo general de interés, mientras que los beneficios derivados de las mejoras de productividad se reflejan por una parte en la retribución que corresponde a cada factor de producción según su productividad marginal, y por otra parte en una reducción de los precios en beneficio de los consumidores.
Prebisch sostiene que esta dinámica nunca podría funcionar así, al menos en el capitalismo periférico, porque la demanda de cada momento se conforma con pagos a los factores de producción que en el futuro próximo generarán una producción más cuantiosa que en el presente, haciéndose posible mantener o aún incrementar los precios, proceso que por otra parte va acompañado de la correspondiente expansión monetaria.
En cuanto a los salarios, el planteo es que mientras existan capas sucesivas de trabajadores de productividad decreciente, las bajas remuneraciones de los trabajadores que se encuentran en las capas de menor productividad, limita las posibilidades de que las mejoras de productividad deriven en la mejora sostenida del salario medio.
Es decir que el excedente no se traslada ni a los precios ni a los salarios, sino que es retenido por las empresas. Y aquí es donde Prebisch plantea una fuerte crítica a la élite social, aquella a la cual acompañó en  sus largas épocas de funcionario.
La recriminación principal apunta a la dilapidación del excedente, por parte de esa élite social, principalmente bajo la forma de lo que llama "consumo imitativo de los centros". Las construcciones opulentas y los bienes de lujo son causa de un gran derroche de capital. También la cuantiosa y permanente salida de recursos desde la periferia hacia los centros, resta posibilidades de inversión reproductiva. Y otro tanto con la hipertrofia del estado, que en distintas épocas ha absorbido empleo espurio, como consecuencia indirecta de la baja capacidad del sistema para contener las demandas sociales.
En otro severo cuestionamiento a la élite, el texto sostiene que, cuando por la puja distributiva o por el ciclo económico, el excedente se contrae, la reacción habitual de las empresas dominantes en sus respectivos mercados consiste en imponer su recomposición mediante la suba de los precios, en vez de orientar recursos a una mayor inversión.
En el abordaje de todos los problemas estructurales, Prebisch afirma que no puede esperarse que sean resueltos por el mercado, porque éste tiende a reproducir las distorsiones. Sino que deben ser los mecanismos políticos del estado los que definan el consenso sobre programas transformadores.
El libro es muy interesante y contiene un reconocimiento implícito de las frustraciones que fueron jalonando el modelo productivo que décadas antes el autor había contribuido a impulsar.
De todos modos la visión queda insalvablemente prisionera de su época y se reafirma sobre el paradigma  industrialista que fue estandarte de  la transformación económica del planeta a lo largo del Siglo XX, en que diversas regiones y países procuraron emular y superar la supremacía industrial británica del Siglo XIX.
Es cierto que se admite, desde el mismo título, la crisis en la periferia, y se la señala también con respecto a los centros, dedicándole un capítulo entero y destacando incluso los daños ambientales en la explotación de la biósfera. Pero no se llega a plantear ninguna hipótesis radical en términos de nuevo paradigma, sino más bien ajustes institucionales a la dinámica existente.
Los tiempos que siguieron a la publicación del libro, con la implosión de la ex URSS, y la imposición mundial del neoliberalismo a partir de los años noventa del Siglo XX, profundizaron la crisis estructural hasta niveles quizá ni siquiera imaginados por Prebisch. El marasmo en que hoy se debate la coyuntura de la economía internacional, y más estructuralmente el irracionalismo ambiental que ha alcanzado la producción masiva, nos   imponen la necesidad de encontrar conceptos completamente nuevos, si queremos que la aventura humana prosiga de manera menos traumática.

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